Un proyecto de una compañía minera puede ser desarrollado en tres fases distintas y complementarias, y todas están expuestas a los riesgos negativos y positivos. Veamos cuáles son.
La primera fase se refiere a la instalación de la minera. En esta fase pueden ocurrir accidentes que pueden involucrar tanto a las personas como al medio ambiente. Por otro lado, también es posible encontrar más mineral de lo que inicialmente fue estimado, lo cual es un riesgo de oportunidad.
Una vez instalada la mina empieza la segunda fase, que se refiere a la exploración de mineral. Esta fase se caracteriza por un tiempo mayor y por un desarrollo de las actividades de rutina. Sin embargo, existen muchas exposiciones a los riesgos, principalmente los negativos.
Podemos mencionar algunos casos conocidos. Por ejemplo, lo que ocurrió con los mineros de Chile. El accidente fue en la mina San José con 33 trabajadores soterrados en 688 metros de profundidad. Otro accidente ocurrió en la mina de níquel Stobie en el 2011, en la ciudad de Sudbury, a 380 kilómetros de Toronto. Un ejemplo más contundente que los anteriores, ocurrió en el 2015, en una mina ubicada en la ciudad de Mariana, en Brasil.
La tercera fase acontece cuando es necesario cerrar la mina. Estos casos pueden ocurrir si la empresa abandona la instalación sin ningún tipo de gestión, es decir, no existe control. Ante estas eventualidades uno de los riesgos es la caída de residuos de minerales.
Pero volvamos a la segunda fase, la de operación de la mina, en la que se presentan los mayores riesgos. Hay un caso que es muy emblemático en términos de gestión de riesgos. Se trata del impacto ambiental provocado por la mina de Fundão ubicada en Mariana, una ciudad del Estado de Minas Gerais, en Brasil.
El accidente fue una rotura de dique. Gran cantidad de material se desprendió y generó una avalancha de más de 62 millones de metros cúbicos de desechos contaminantes que se precipitaron a través del río Doce, desde la ciudad de Mariana hasta el norte del estado de Espírito Santo. Algunos expertos señalan que ese fue el mayor accidente en minería de todo el mundo. Otros lo comparan con el accidente nuclear de Fukushima, por el tamaño de su impacto.
La mina tenía algunos procedimientos de seguridad y además no existía un sistema integrado de gestión de riesgos. Había incertidumbre en cuanto a la eficacia del sistema de seguridad. Según lo que dicen los periódicos: no habían técnicas ni herramientas para prospección, evaluación y tratamiento de los riesgos.
Cuando el dominio de las técnicas de gestión de riesgos existe, es posible cuantificarlos y tomar medidas de prevención más efectivas. Por ejemplo, las medidas de contención de las caídas podrían costar hasta US$ 100 millones. Sin embargo los impactos para la minera fueron de US$ 1 billón y para el gobierno más de US$ 10 billones.
Entre las lecciones que podemos extraer de esta experiencia, les diría a los estudiantes que miren con mayor profundidad los estudios de gestión de riesgos para entender la mejora del proceso de toma de decisiones. A los ejecutivos de las empresas les diría que piensen más en el proceso de toma de decisiones y por consiguiente incluyan la gestión de riesgos en su agenda para transformar sus estrategias con información más estructurada.
Así, un sistema integrado e inteligente de gestión de riesgos podrá minimizar muchos los impactos ambientales y sociales en sus proyectos y en sus operaciones.
Texto publicado en Conexión Esan, disponible en: Conexión Exan.
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